La pena de muerte en los EE. UU. siempre ha sido causa de polémica. La mayoría de los condenados a esta pena han sido sentenciados por haber cometido algún tipo de asesinato agravado, a pesar de que esté indicada básicamente para casos de genocidio, espionaje, traición o terrorismo. Sin embargo, el único condenado por terrorismo fue el atentado del maratón de Boston del 2013, Dzhokhar Tsarnaev.
Según la encuesta de Gallup en junio de 2020, el 54% de los estadounidenses aprueban este castigo y lo consideran moralmente aceptable. Sin embargo, analizando los números del año 2006, hay una notable diferencia pues en ese año el índice de aceptación era de un 71%.
¿En dónde nos encontramos ahora?
Actualmente, son 29 los estados que mantienen vigente la pena capital. Texas ha realizado el mayor número de ejecuciones y Oklahoma tiene la mayor tasa de ejecución per cápita.
Resulta interesante que muchas empresas farmacéuticas que fabrican las drogas que se utilizan para ejecutar por inyección letal -la más común- se han negado a suministrarlas al gobierno. El argumento que esgrimen es ético y moral: “Jamás se crearon pensando en causar la muerte”.
En respuesta a esto, el año pasado William Barr, fiscal general de EE.UU., informó que en lugar de utilizar 3 drogas para el cóctel mortal, se utilizaría únicamente pentobarbital. Esta droga es un poderoso sedante que inhibe las funciones físicas del cuerpo, anula las reacciones del sistema nervioso y detiene las funciones vitales, conduciendo finalmente a la muerte.
El Departamento de Justicia confirmó su agenda para reiniciar formalmente las ejecuciones de 5 condenados por homicidio y violación de menores. Su razón: tuvieron un juicio justo de acuerdo con el sistema de justicia y la Constitución de los Estados Unidos, y se deseaba satisfacer la sed de justicia que reclamaban los familiares de las víctimas.
¿Cuáles son las posturas en contra?
A pesar de esto, la pena de muerte por inyección letal ha sido duramente criticada por las organizaciones civiles de derechos humanos, argumentando que se han dado casos en que la ejecución resultó lenta, dolorosa o fallida. Como la polémica sobre los cuatro reos destinados a recibir su condena por asesinato a menores de edad.
El presidente Trump trató de usar este tema como bandera de campaña en 2020, pues acusaba a su contrincante, Joe Biden, de interesarse más en la vida de los homicidas que en la de los infantes. Esto, debido a que Biden, actual presidente electo, mostraba su desacuerdo con la pena capital.
No cabe duda de que la tradición de los EE.UU, así como su carácter revanchista y justiciero, continúan enarbolando la bandera del “ojo por ojo y diente por diente”. No obstante, seguirá en discusión su efectividad en la realidad para disminuir los crímenes extremos en este país.